
Reencuentro en el Hotel Sauce
Erika, nuestra recepcionista de tarde, se incorporaba al turno y repasaba las entradas para ese día cuando, de pronto, apareció entre las reservas un apellido familiar: Kokaly; cuatro habitaciones dobles.
La chispa de ese nombre encendió en ella el recuerdo de sus tiempos de periodista; aquellos viajes entre continentes para intentar, primero entender, luego explicar y transmitir, las pasmosas dificultades del ser humano para vivir en paz. Uno de esos viajes le llevó a alojarse durante un tiempo en una casa de Beit Sahour, Belén (Palestina), cuyo vecino y hermano del dueño, Samer Kokaly, se convirtió en un gran amigo. “¿Podría ser esta su familia…?”
Kokaly no es un apellido palestino, sino griego. Un antecedente comerciante de la familia llegó a costas palestinas a finales del siglo XIX y se enamoró de una palestina de una de tantas familias cristianas locales. A día de hoy, en Beit Sahour –Belén- todos los Kokaly viven en el mismo barrio.
Erika no había hecho ni empezar a indagar cuando los ocho entraron por la puerta. “Buenas tardes. Tenemos una reserva a nombre de Kokaly”, dijo una mujer en perfecto castellano. “Yo conozco a un Kokaly: Samer Kokaly, de Beit Sahour”, contestó Erika. “¿Samer? ¡¡Mi primo!!” Exclamaron cuatro de ellos. Cuando Erika explicó que había vivido durante un tiempo en la casa del hermano de Samer, la fiesta estalló en recepción: “¡Venimos de allí! ¿Te acuerdas del mecánico que hay al lado de casa de Samer? ¡Soy yo!” decía uno. “¿Te acuerdas de la casa junto al cruce principal? ¡Es la mía!” decía el otro.
Se hicieron una foto todos juntos y Erika, emocionada, se la envió por whatsapp a Samer, quien no se lo podía creer. “Hay tantas ciudades españolas y tantos hoteles en Zaragoza, ¡y han ido a parar al hotel Sauce, que es donde trabajas tú!” respondía. “¡Es que era el que mejores comentarios tenía en Booking!” contestaba un primo.
El motivo del viaje por España era la boda de un Kokaly que habitaba en Málaga (hijo de Ibtissam, la Kokaly que hablaba español) con una madrileña. Ibtissam dejó Palestina con su marido debido al conflicto y se instaló en Málaga; cuando éste falleció, hace un año, Ibtissam se mudó con sus otros dos hijos a Dinamarca. “A pesar de haber vivido media vida en España, nunca había visto el Pilar, así que había que aprovechar este viaje”, explicaba.
Al día siguiente, en el desayuno, frente a un delicioso pincho de tortilla de Mariana, los palestinos invitaban oficialmente a Erika a visitar de nuevo Tierra Santa. “’La próxima vez que vengas, ¡haremos una barbacoa en medio del barrio todos juntos!” sentenciaba Isam, primo de Samer. Y, quien conozca la legendaria hospitalidad árabe ¡sabe que uno no se puede negar!
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